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Farmacia Museo Aramburu

Desde la Rebotica

Sep

11

2014

¡Alguien tendrá que dar la cara!

EscupideraPercibo una sociedad cansada. Al otro lado del mostrador los ciudadanos apenas se enfrentan reclamando sus derechos y cuando lo hacen, lo hacen sin argumentos y con violencia, al menos psicológica. Se atreven a decir en la farmacia lo que no se atreven ante el médico y mucho menos ante la administración (entre otras causas porque no conocen los mecanismos de queja, si es que existen).
La receta electrónica en Euskadi, después de un año de rodadura, sigue funcionando mal -de sobra sé que en otras comunidades autónomas no ha supuesto ninguna contrariedad-. Los problemas informáticos de red que teníamos al principio no han hecho sino aumentar: es demasiado habitual que nuestras farmacias se desconecten al mismo tiempo de la red sanitaria de Osakidetza, lo que provoca una demora en la atención a la población enferma.
El Gobierno Vasco, Euskaltel y los Colegios profesionales de Farmacéuticos tienen responsabilidad en el asunto. El 11 de junio presentamos una queja oficial al Colegio de Farmacéuticos de Bizkaia, que es quien nos representa, y aún no hemos recibido ninguna respuesta.
Si los responsables de este nefasto servicio público tuvieran que pagar las horas de trabajo perdidas por la población activa, probablemente el asunto ya se hubiera solucionado. En cualquier caso creo que la receta electrónica en Euskadi se implantó de urgencia con ánimo de disminuir el gasto farmacéutico; estupendo, pero no a costa de la paciencia de profesionales y pacientes.
Repito, casi nadie se queja, y cuando lo hace se confunde de mostrador. Me encantaría conocer y dar a conocer los cauces de estas reclamaciones, pero sencillamente no lo sé pues nadie me los ha enseñado, y creo que los debería conocer.
Estoy más que convencido de que todos los agentes implicados en el asunto deberían dar alguna explicación a la población y no dejar todo el “marrón” en manos de médicos y farmacéuticos.
A nosotros sólo nos queda el derecho a la pataleta, ¡pobre derecho!

 

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